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La función de la Director General en los próximos años será tender manteles para que los países se sienten a negociar una nueva OMC.
a actual crisis existencial por la cual está atravesando la OMC, no significa que su existencia esté amenazada, sino que su modo de vida se está convirtiendo en el mismo de un león sin dientes.
Ya los gringos marchitaron la última instancia donde se resuelven las disputas comerciales: la dejaron sin jueces. La pérdida de ese tribunal de justicia, significa la pérdida del pilar de negociaciones comerciales.
En mayo, el Director General de la OMC, el brasileño Roberto Azevêdo, renunció sorpresivamente: “Lo consulté con mi esposa, mis hijas y mi mamá”, le informó al Consejo General. “En la OMC no está pasando nada”, le dijo a Bloomberg. “Si me quedo, le dijo a un periodista, ¿usted cree que USA y China se van a dar la mano?”
Esa decisión de Azevêdo profundizó la crisis de la OMC: hoy está acéfala (no hay ni siquiera un encargado), y no se sabe por cuanto tiempo.
Hay ocho candidatos en carrera para escoger al sucesor de Azevêdo, el cual deberá ser elegido por consenso. Pero en medio está la guerra frontal de la administración del presidente Donald Trump contra la OMC. No está garantizado que Washington se una al consenso del resto del mundo para elegir un nuevo Director General, así como no se ha unido al consenso para elegir las vacantes de jueces de su tribunal de justicia.
En concepto de Trump, la OMC se convirtió en un obstáculo para el manejo de su política comercial. Bajo el argumento de que el resto del mundo le hace trampa (dando como resultado un enorme déficit comercial), Trump ha emprendido una guerra comercial que ha desbordado a la OMC.
Washington quiere quitarse de encima el tribunal de justicia de la OMC, piedra en el zapato para la protección de su industria: el método que usa Estados Unidos para calcular el dumping comercial, no es compatible con las normas de la OMC. Además, por nada del mundo permitirá que ese tribunal haga juicios sobre su seguridad nacional, como ya lo hizo por primera vez con Rusia.
Las normas de la OMC tienen treinta años, y el mundo del comercio ha cambiado desde entonces. Sus miembros están de acuerdo en que se necesita una cirugía, pero las reformas necesitan consenso, y Estados Unidos, que está enfrentado al resto del mundo, pesa mucho.
Entre Trump y Biden no hay diferencias en esta materia; en el programa de gobierno de Biden no aparece el tema comercial.
Lo que puede cambiar son los métodos. Con Trump, por ejemplo, es probable que no haya Director General por un tiempo largo; así convierte a la OMC en un sonámbulo. Nancy Pelosi, usando sus poderes, logró embolatar un proyecto de ley de retiro de la OMC.
Los ocho en carrera para la sucesión de Azevêdo (todos muy competentes), ya desfilaron ante los 164 miembros de la OMC exponiendo sus fórmulas y su carácter.
Pero la función de la Director General en los próximos años será tender manteles para que los países se sienten a negociar una nueva OMC. El argumento de género y el continente geográfico (¿África?), tendrán peso en esta elección.
Fuente: Portafolio