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La cumbre de dos días en Alaska dejó al descubierto las profundas diferencias entre Washington y Beijing, que abarcan desde el comercio hasta los derechos humanos. En un inusual escenario, las críticas de ambas partes se hicieron públicas y anticiparon un recorrido difícil para unas relaciones que se encuentran en su punto más bajo.
La cumbre de Alaska hizo visibles las profundas diferencias entre Estados Unidos y China, la primera desarrollada desde la asunción de Joe Biden en la Casa Blanca. Ambas delegaciones hicieron su parte para mostrar su descontento frente a las cámaras y la mirada del mundo, que observa el devenir de las problemáticas relaciones entre las dos principales potencias globales.
La inusual exposición de las diferencias, a viva voz, no fue casual, sino el resultado de una puesta en escena que pareció premeditada: tanto Washington como Beijing sentaron las bases de un duro vínculo, que afronta el desafío de lograr puntos de encuentro a futuro entre dos actores que riñen en casi todos los aspectos y que no pretenden ceder ni un centímetro frente a su rival.
La fría Anchorage fue presentada como una ciudad neutral para este primer encuentro entre Estados Unidos y China, pero no pudo ocultar la profunda polarización de estos dos países, que abarca un amplio abanico de temas: desde el comercio hasta el respeto de los derechos humanos, pasando por la ciberseguridad y la posición sobre Irán, Corea del Norte, Afganistán y el cambio climático.
Para la Administración Biden se trató de un primer acercamiento mientras define su posición frente a China en aspectos como los aranceles comerciales y la línea estricta adoptada por Donald Trump, a la vez que el fuerte discurso público le ha valido el respaldo de algunos republicanos.
Mientras que para el Gobierno de Xi Jinping, con una delegación más experimentada en el contrapunto con Estados Unidos, significó una posibilidad de trazar las posibles direcciones luego de la poco ortodoxa diplomacia de Trump y ratificar que no tiene intenciones de modificar su política en varios aspectos.
Washington cuestionó el «autoritarismo» chino; Beijing deploró la «injerencia» estadounidense
El terreno previo a este primer encuentro de las delegaciones ya se presentaba resbaladizo. En un diálogo telefónico, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping mostraron desacuerdos en una variedad de temas, más allá de que el mandatario chino consideró que una confrontación sería un «desastre» para ambas naciones.
Luego, un día antes del inicio las reuniones, el Departamento de Estado anunció nuevas sanciones contra Beijing por la represión china hacia los movimientos democráticos en Hong Kong.
Por eso no sorprendió que gran parte de las críticas de Estados Unidos hacia China durante las reuniones –al menos la parte pública de ellas– apuntaran al accionar de Beijing, que Washington considera autoritario.
La delegación norteamericana planteó acusaciones de vulneración de los derechos humanos por parte de China en Xinjiang, el Tíbet y Hong Kong, denunció las presuntas presiones de Beijing sobre Taiwán y responsabilizó al país asiático por los ciberataques.
«Cada una de estas acciones amenaza el orden basado en reglas que mantiene la estabilidad global. Es por eso que no son meramente asuntos internos, y por eso sentimos la obligación de plantear estos problemas aquí hoy», indicó el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, durante el debate.
Una postura amplificada por el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, que acusó a China de emprender un «asalto a los valores básicos».
La comitiva china, por su lado, cuestionó a Estados Unidos por impulsar lo que consideró como su propia versión de la democracia, en un momento en que ese país enfrenta su propio descontento interno, y lo acusó además de no abordar sus propios problemas de derechos humanos.
También criticó la «injerencia» estadounidense en los asuntos internos de su nación. El jefe de asuntos exteriores del Partido Comunista de China, Yang Jiechi, indicó que Beijing «va a salvaguardar nuestra soberanía nacional, seguridad y nuestros intereses». «Esperamos que Estados Unidos no subestime la determinación de China de proteger su territorio, salvaguardar a su gente y defender sus justos intereses», remarcó.
«Grandilocuencia» de un lado, «olor a pólvora» del otro: el combate dialéctico llevado al límite
Las tensiones en los intercambios llegaron a puntos álgidos, cercanos a la excesiva animosidad.
Por ejemplo, el Departamento de Estado criticó a la delegación china por superar el límite de tiempo establecido para los comentarios de apertura y sugirió que Beijing «pareció haber llegado con la intención de ser grandilocuente, centrado en la teatralidad pública y la dramaturgia sobre la sustancia».
Por su parte, luego de las reuniones, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, acusó a los delegados estadounidenses de provocar una «respuesta solemne» de los funcionarios chinos a los «ataques infundados».
El vocero consideró que la parte estadounidense «provocó la disputa en primer lugar», lo que tiñó el encuentro de «un fuerte olor a pólvora y drama desde el principio». «No era la intención original de la parte china», consideró Zhao.
Pese a las disputas, las partes lucieron conformes con los resultados
Al concluir las reuniones, Antony Blinken dijo no sentirse sorprendido por lo que calificó de «una respuesta defensiva» de China a los cuestionamientos planteados en el amplio espectro de temas.
«Queríamos compartir con ellos las preocupaciones importantes que tenemos sobre una serie de acciones que China ha tomado y comportamientos que exhiben, inquietudes compartidas por nuestros aliados y socios. Y lo hicimos. También queríamos exponer muy claramente nuestras propias políticas, prioridades y cosmovisión. Y también lo hicimos», detalló el secretario de Estado.
«En economía, comercio y tecnología les dijimos a nuestras contrapartes que estamos revisando estos temas en estrecha consulta con el Congreso, con nuestros aliados y socios, y avanzaremos en ellos de una manera que proteja y promueva totalmente los intereses de nuestros trabajadores y nuestras empresas», agregó Blinken.
En tanto, Jake Sullivan añadió que «esperábamos tener conversaciones duras y directas sobre una amplia gama de temas, y eso es exactamente lo que tuvimos».
Por su parte, un alto funcionario estadounidense indicó a los periodistas que una vez que los medios abandonaron la sala, las dos partes «inmediatamente se pusieron manos a la obra» y mantuvieron conversaciones sustantivas.
En una línea similar se expresó Yang Jiechi, quien en declaraciones a la cadena china CGTN, consideró los diálogos como constructivos y beneficiosos aún cuando «todavía hay diferencias».
El primer pulso entre Washington y Beijing dejó pocas conclusiones y muchos interrogantes sobre cómo se desarrollarán las relaciones durante los próximos cuatro años bajo la Administración Biden. Por lo pronto, Alaska sirvió de tablero para que las dos partes movieran sus primeras piezas.
Funte: France24