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Moscú lucha por recuperar su influencia en Minsk, mientras el pueblo pide caída de Lukashenko.
Con ese mismo tono desafiante, Lukashenko ha enfrentado esta nueva crisis política que sacude a esta antigua república soviética (que se independizó en 1991).
Desde que se conocieron los resultados, hace exactamente dos semanas, la oposición bielorrusa y la ciudadanía han salido diariamente a las calles a manifestarse para pedir una transición pacífica del poder que ejerce Lukashenko desde hace 26 años.
La crisis ha despertado el interés de la Unión Europea y de la diplomacia estadounidense. El bloque europeo rechazó los resultados de las elecciones y pidió un diálogo mediado por el presidente ruso, Vladimir Putin, y el Kremlin. Y Estados Unidos respaldó las manifestaciones.
Pero el mandatario bielorruso ha rechazado todo tipo de diálogo y acusó a EE. UU. y a la Unión Europea de dirigir las protestas.
“Ellos nos montaron este lío. Y Rusia tiene miedo a perdernos. Occidente decidió de alguna forma tirar de nosotros, como vemos ahora, contra Rusia”, señaló el mandatario, según informó la agencia Belta.
Con este panorama, el descontento de la ciudadanía bielorrusa y la ola de protestas terminaron en una nueva puesta en escena en la que Rusia y Occidente están a uno u otro lado.
Cómo encaja este nuevo ajedrez que se cierne sobre el Viejo Continente y qué intereses tiene Vladimir Putin (a quien le piden que ser mediador) en Bielorrusia?
Rick Fawn, profesor de la Universidad de St. Andrews, en el Reino Unido, y experto en asuntos de Eurasia, le dijo a EL TIEMPO que la influencia personal de Putin y la de su gobierno son muy importante en Bielorrusia.
“Putin ha actuado de forma robusta e inventiva cuando los Estados vecinos de la antigua Unión Soviética han tenido un cambio de régimen y, a menudo, a través de protestas sociales contra el fraude electoral”, dijo Fawn.
El experto también explicó que esto mismo ocurrió en las llamadas revoluciones de los colores, que afectaron el cambio de régimen en Georgia, Ucrania y Kirguistán, en 2003, 2004 y 2005.
“Bielorrusia ha ocupado un lugar central en lo que podemos llamar la mentalidad geopolítica del Kremlin. Bielorrusia es simplemente demasiado valiosa para que Moscú la pierda”, agregó Fawn.
Lo cierto es que en los últimos años la relación Putin–Lukashenko no ha sido la mejor, ya que el líder bielorruso se negó a aceptar varios proyectos con Moscú y empezó a tener acercamientos con la Unión Europea y Estados Unidos.
“Entonces, Rusia se encuentra frente a un dilema porque, por un lado, no quiere perder el control sobre Bielorrusia, no quiere dejar en el poder a oponentes que tal vez podrían tener la voluntad de un acercamiento a la UE, y, por otro, no quiere defender directamente con una intervención militar a Lukashenko. No quiere tomar posición en contra de la población”, le dijo a este diario Aymeric Durez, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.
A su vez, Mauricio Jaramillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, explicó que Rusia es esencial en el modelo bielorruso porque a través de subsidios contribuye económicamente.
“Que Lukashenko quiera quedarse es un pulso entre Rusia y Europa y, hasta cierto punto, Estados Unidos. Después de algunas de las ‘revoluciones de colores’, muchos pensaron que Rusia perdió un pulso importante, pero que con el tiempo fue ganando (…). Esto (las recientes tensiones) se suma al pulso histórico que ha tenido Putin con Europa occidental en estos últimos años”, dijo Jaramillo, en particular tras el zarpazo sobre Crimea (2014).
Hasta ahora, el Kremlin ha dicho que la crisis política de su vecino es “un asunto interno” y condenó “los intentos de injerencia extranjera”.
El jefe de Exteriores, Serguéi Lavrov, acusó a los europeos de buscar “inmiscuirse” para promover sus intereses “geopolíticos (…), una lucha por el espacio postsoviético”.
Las protestas y el descontento nacional siguen creciendo, mientras piden la salida de un dirigente que se eterniza en el poder. Por ahora habrá que esperar, con el paso de los días, si realmente Putin tendrá la última palabra de lo que ocurre en Bielorrusia y trata de recuperar su influencia.
“Pase lo que pase, estos son hechos históricos. Estos son extremadamente significativos y muestran tanto la voluntad popular de criticar al régimen por su comportamiento fraudulento como ilegítimo. También es importante que la gente ya no tenga miedo de demostrar eso, ante la violencia y las detenciones arbitrarias”, puntualizó Fawn.
Fuente: El Tiempo