Las exportaciones hacia el viejo continente habrían caído un 47 por ciento, mientras las importaciones se redujeron 4.2 por ciento.
La teoría de las ventajas comparativas sirve de sustento conceptual en muchos casos, a la política económica en relación con las disposiciones comerciales, uno de los ejes que, junto a las políticas cambiarias, fiscales, monetarias y crediticias, conforman el conjunto vital de las políticas macroeconómicas en todo país.
Esta teoría de ventajas comparativas constituyó una respuesta a la teoría de las ventajas absolutas en el comercio internacional. Los planteamientos fueron, desde principios del Siglo XIX, un aporte muy importante dado a conocer por el economista inglés David Ricardo (1772-1823). El planteamiento en lo medular aboga por las especializaciones complementarias. Cada país se hace más eficiente para producir en lo que está mejor dotado.
Hasta aquí todos bastante de acuerdo. Sin embargo, el caso es que, en esas especializaciones productivas y el intercambio comercial mundial, tienen mayores ventajas recurrentes los países que exportan bienes con mayor valor agregado y cuyas demandas tienden a ser más bien elásticas. Es decir, producen bienes con tecnología de punta.
El problema lo tienen los países que producen bienes de bajo o escaso valor agregado, que dependen de exportaciones de materias primas o bienes más bien extractivos. En estos últimos, además, las demandas tienden a no ser tan elásticas, en tanto las ofertas si presentan mayor elasticidad. De esa cuenta, a lo largo de cierto número de años, las diferencias afloran. Se trata del caso de cómo una teoría en general es válida, pero tiene pertinencia al aplicarla en los países más desarrollados y no en los que se encuentran en “procesos de desarrollo”.
Un caso ilustrativo, con base en los planteamientos rápidamente resumidos con anterioridad, es el conjunto de resultados que brinda el Tratado de Libre Comercio Colombia-Unión Europea. Luego de seis años, se tienen datos que afirman que el comercio desde Colombia con el Viejo Continente se redujo en 28 por ciento.
Las exportaciones habrían caído un 47 por ciento, mientras las importaciones se redujeron 4.2 por ciento. Además, se pasó de una balanza comercial con superávit a favor de Colombia de 1,600 millones de dólares (US$), a un déficit actual que ronda los 4,000 millones US$.
Un caso más para confirmar que el trasplantar mecánicamente las teorías económicas y sus aplicaciones, puede ser muy arriesgado. Las condiciones son diferentes entre los países y con base en ello, las medidas de política económica deben responder a escenarios contrastantes. Se requiere de adaptación creativa de fundamentos y aplicaciones.
Fuente: Portafolio